Era una noche como todas, pero en el aire flotaba un aroma angustiante. Clara lo intuía. Lo sabía. En unos meses, todo va a cambiar, nada será lo mismo. Las lágrimas que rodaban por su mejilla eran testigos de lo desolada que se sentía. Miedo, pánico, terror... Todo le producía nostalgia. Nunca fue demasiado afecta a las pérdidas. Las lloraba sin consuelo por un rato y después seguía como si nada hubiera pasado. Pero esta vez era distinto. Una vida estaba por perder, para comenzar otra. Tenía que "duelarse" para ser testigo del nacimiento de otra Clara. No estaba tan segura de que esa nueva Clara le simpatizara demasiado. No se reconocía en los estereotipos de lo porvenir. Tenía que aprender a resignarse por un rato. En esa lista interminable de cambios, lo que más la aterraba era cómo lo iba a transitar Lucas. El también tenía que empezar a "duelarse", tenía que aprender a quererla de otra manera. Clara no estaba segura de que él lo entendiera así y era lo que más la atemorizaba. Sabía que las cosas iban a cambiar, pero no estaba convencida que comprendiera la magnitud de los mismos. Sólo quería decirle al oído "Quedate conmigo pase lo que pase..."
