Cuenta la leyenda que de niña, la Princesa, creció rápido, entendió mucho y sintió demasiado. Por esa época, el Rey había caído en desgracia y fue desterrado del terruño. No volvió a verlo por años. Sintió un gran vacío y abandono. Pensó que si el Rey no la qu
ería lo suficiente como para rescartarla de ese encierro, nadie podría amarla de verdad. Durante ese tiempo la princesa se dedicó a construir su propio castillo. Había erigido ladrillo por ladrillo con gran esmero, con el único fin de refugiarse en él. Nada de lo que ocurriera por fuera podría lastimarla. Nadie podría entrar en él genuinamente.Pasaron los años y el castillo se convirtió en una gran prisión. Nadie lograba ingresar. Solía deambular por la nostalgia y jugar grandes partidas con la melancolía. De tanto en tanto, salía a coquetear con el destino pero siempre dejaba sus zapatos en el castillo.
Cierto día la buena fortuna pasó por su puerta y decidió abrirle. Pero no sabía cómo recibirla, ni cómo acobijarla. Se repetía raudamente que "si el Rey se fue, todos se van". Nadie la haría sentir desvalida como esa vez, no podía aferrarse a nadie.
Cierto día la buena fortuna pasó por su puerta y decidió abrirle. Pero no sabía cómo recibirla, ni cómo acobijarla. Se repetía raudamente que "si el Rey se fue, todos se van". Nadie la haría sentir desvalida como esa vez, no podía aferrarse a nadie.
Discurría entre comenzar a creer o dejarse llevar por las mismas aguas navegadas por siempre jamás. Vió su alma reflejada en esas aguas y vislumbró el resplandor de una llama incipiente que emergía. Comenzó a creer...
No le resultaba fácil despojarse de tantos años de impiedad. Cuando caía, una tristeza inhóspita la inundaba. Entendía perfectamente lo que pasaba, pero era incapaz de traducirlo a palabras. Era incapaz de confesarle sus temores. Escondía su llanto, porque las princesas no lloran, y se levantaba para seguir. Pero era un círculo que se agotaba en sí mismo. Volviendo a recrudecer los temores que lo iniciaron.
Poco a poco fue dando cuenta que para poder crecer y salir del castillo, debía desprenderse de las ataduras primitivas, comenzar a creer y dejarse cuidar. Sólo deseaba que el príncipe pudiera entender y esperar a que la princesa aprenda poco a poco a atarse los cordones...
Leyendas que se cuentan en el país de siempre jamás, donde los finales son arrancados de todos los libros. 

