
Hay días en que Clara retoma su antigua pasion y como un adicto en abstinencia, necesita regresar a los bordes. Necesita volver a sentir la agridulce sensación de caerse y perderse por un rato. A Clara le averguenza un poco este enamoramiento con los margenes, pero eso un poco Lucas ya lo sabe.
Aprendió poco y mal a aceptar los regalos de la vida, los miraba de reojo y con distancia. Se acercaba y se alejaba bailando sola entre la buenaventura. Errante bailarina de aristas y de orillas.
A veces quiere contarle de sus cicatrices. Pero sabe que nada sanará las heridas viejas, simplemente están ahí como marcas de lo que alguna vez pasó. Clara las acaricia un rato para que no duelan tanto y las manda a dormir. Se pinta la nariz y repite el baile errante de las orillas. De esa época, le quedó grabada su pasión en el cuerpo. Desde esa época que no sentía tantas ganas de perderla...
