Cuando Lucas se fue, se quedó pensando en la cantidad de juegos de azar que conocía: Ludo, ruleta, generala, lotería, perinola, entre otros. Un juego de azar es aquel en el que la posibilidad de ganar o perder no dependen de la habilidad del jugador, sino en una cuestion de suerte. Rumiaba en esta última palabra. Rumiaba en una de sus últimas palabras..."Retrocedimos varios casilleros, como en el ludomatic..."
Casualidad, aleatoriedad, coincidencia, destino, contingencia...
Clara solía entender su vida como un conjunto de eventos casuales, donde el azar y la buena o mala fortuna la conducían a determinadas situaciones y no a otras. Interpretación que le simplificaba gran parte de la responsabilidad de sus decisiones. Se dejaba llevar a lo seguro y no apostaba más de lo que sabía que iba a ganar. Solía retirarse del juego antes de asumir riesgos. Este posicionamiento la protegía de verse en quiebra, en la ruina, en bancarrota. Cuando uno no espera ganar, no se frustra. Cuando la buenafortuna llega de cuando en cuando, uno lo celebra de modo desmesurado.
Hacía un tiempo que se había decidido a asumir riesgos, y esta nueva postura de vida le generaba mucho miedo, se sentía expuesta y vulnerable. No quería sentirse así.
Recordó otra frase que Lucas volcó sobre la mesa: "No podés seguir como si no te importara". Y fue en ese momento en que pudo entender que realmente había retrocedido varios casilleros, había vuelto a lo conocido, a ovillarse sobre si misma, a resguardarse entre las corazas para que no le peguen las balas.
No quería retroceder más casilleros. Ese era el juego de su vida, con lo cual juntó el valor que no tenía para estos asuntos y decidió que esa noche apostaría un pleno. Entendió que a veces para ganar uno tiene que estar dispuesto a asumir los riesgos que sean necesarios. Aunque eso implique mostrarse vulnerable y frágil. Aunque eso implique quedarse sin un quinto para redoblar la apuesta...
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